Roncaglia, Halle y Vitor, un club de privilegiados. Si algo queda claro en la política entrerriana es que el acceso a los cargos públicos no se gana, se hereda. Mientras el ciudadano común lucha por conseguir un trabajo digno, los hijos de los políticos tienen la alfombra roja tendida en el Estado, con sueldos privilegiados y cargos hechos a medida.

El reciente Decreto 11/2025, firmado por el gobernador de Entre Ríos, es una muestra clara de este mecanismo de favores: Gonzalo Roncaglia, de 24 años, fue designado Coordinador de Operaciones Aéreas en la Dirección General de Aviación Civil, un cargo inventado exclusivamente para él, con un sueldo correspondiente al Nivel 41 del Personal Fuera de Escalafón.

El problema no es solo el nepotismo descarado, sino la hipocresía. Su padre, Néstor Roncaglia, exjefe de la Policía Federal durante el gobierno de Macri, fue un ferviente defensor de la Ley Antinepotismo que prohibía la contratación de familiares en el Estado. Pero ahora, cuando le toca acomodar a su hijo, parece que las reglas ya no aplican.

El caso Santiago Halle: cuando el cargo es una herencia

Otro apellido que se repite en la estructura del Estado es el de Santiago Halle, hijo de Rosario Romero, exministra de Gobierno de Entre Ríos. Halle no llegó por mérito ni por elección popular, sino por el padrinazgo de su madre. Durante la gestión de Adán Bahl en Paraná, fue colocado en la Secretaría de Vinculación y Articulación de la Municipalidad, una estructura donde se lo ha criticado por su falta de coordinación con el resto de los funcionarios, su falta de diálogo y su incapacidad para el cargo.

Lo más grave es que, a pesar de las críticas, sigue siendo sostenido en el puesto por la influencia de su madre, garantizando que la familia Halle continúe enquistada en el poder. El Estado no es un servicio público, es un negocio familiar.

Esteban Vitor: del discurso republicano al nepotismo y las inversiones en dólares

Pero si hay un caso que desnuda el doble discurso de los defensores de la “transparencia”, ese es el de Esteban Vitor, exdiputado provincial por Juntos por el Cambio. Vitor, que siempre se mostró como un adalid de la República y la ética pública, fue denunciado por contratar a sus propios hijos en la Cámara de Diputados.

No solo eso: mientras aseguraba que había que achicar el gasto público y que la política debía “dar el ejemplo”, se lo vincula a inversiones multimillonarias en dólares. Se habla de su participación en concesionarias de autos de alta gama y una casa de cambio en el centro de Paraná, negocios que nada tienen que ver con su actividad legislativa pero que, curiosamente, han florecido mientras él ocupaba cargos en el Estado.

La misma runfla, distintos apellidos

Lo que queda en evidencia es que el Estado no es un ámbito de gestión, sino un botín de guerra que se reparte entre unos pocos. No importa si el apellido es Roncaglia, Halle o Vitor, el mecanismo es el mismo: acomodar a los hijos, beneficiarse de los recursos públicos y enriquecerse en el camino.

El problema no es el color político, sino la impunidad con la que se maneja esta clase dirigente. La misma que se llena la boca hablando de transparencia y esfuerzo, mientras convierte al Estado en una agencia de empleo para sus propios familiares.

Mientras tanto, los ciudadanos siguen esperando que el mérito valga más que el apellido. Pero en Entre Ríos, parece que la única meritocracia que existe es la del acomodo.