Guillermo Michel confunde Esquina con La Paz, del mismo modo que Frigerio (como afirma Rubén Pagliotto), dejando en evidencia su desconocimiento sobre la provincia que aspira a representar.
La conexión del masista con la realidad local esmeramente superficial, sostenida únicamente en lo que le cuentan sus laderos, quienes tampoco tienen territorio propio ni arraigo genuino.
Con una visión limitada que no va más allá de Gualeguaychú y con lo justo, Michel está atrapado en el “microchip portero,” una burbuja de información sesgada, alejada de las necesidades reales de los peronistas y, aún más, de los entrerrianos en general.
Si bien carece de territorio y de votos genuinos, Michel compensa con abundantes recursos económicos y el control de ciertos medios de comunicación, que utiliza para construir una imagen que no tiene sustento en el respaldo popular. Esta desconexión con la provincia y su gente (Bordet, Lauritto y Romero), tratan de posicionarlo como un candidato artificial, que depende más de las estrategias mediáticas que de una representación auténtica y comprometida.
Un verdadero representante de la gente debe conocer el corazón de la provincia, sentir sus necesidades y estar presente en el territorio. Michel, en cambio, se proyecta como un candidato sin raíces ni legitimidad, sostenido por un aparato que no logra conectar con la esencia de Entre Ríos.