La historia se repite y a esta altura ya agota un tanto. Gabriela Lena, autoproclamada ‘opositora’ de manual, vuelve a levantar la bandera de la transparencia y a rasgarse las vestiduras contra Sergio Urribarri, esta vez por la habilitación de la feria judicial.
En todas las entrevistas que da (son muchas), jura que está indignadísima con el beneficio que le han dado al exgobernador. Pero, ¿cuan creíble es su repentino arranque de moralidad?
Vale recordar que no hace mucho la misma Lena clavó un voto —y unas maniobras parlamentarias— que terminaron “salvando” a la inefable Gisela Schumacher, pareja de Ángel Giano, cuando las sospechas pululaban a lo largo y ancho de la provincia. La señora, tan involucrada en el entramado urribarrista que se sintió obligada a “desaparecer” en momentos clave… y, casualmente, también a la hora de ver a Paul McCartney, sí, esa misma noche en la que Lena también estuvo presente en el recital del ex-Beatle. ¿Casualidad, destino o chapuza política?
La feria y el doble discurso
Hoy, Lena grita a los cuatro vientos que la justicia está de vacaciones forzadas para servirle la libertad a Urribarri en bandeja de plata. Los argumentos son perfectos: saca lustre a su rol de “paladina anticorrupción”, hace declaraciones altisonantes y vende en la tribuna. Pero el show de su “indignación” contrasta con el papel que jugó cuando tuvo la oportunidad de plantarse en serio. En aquel entonces, habría podido dejar a Schumacher al borde del juicio político —o, por lo menos, del cuestionamiento público— por andar desaparecida y, de paso, tejiendo movidas para proteger al gran jefe. ¿Qué hizo Lena? Un trámite exprés en la comisión que preside y, caso cerrado.
A la hora del recital…
Y hablando de “recital”, el de McCartney, a fines de 2024, fue la frutilla del postre. La diputada Lena y la mismísima Schumacher terminaron en el mismo estadio para ver al ex-Beatle, mientras en la Legislatura quedaban pendientes las explicaciones de por qué la señora no se presentó a rendir cuentas. Si bien no se sacaron selfies juntas (o al menos no andan circulando por ahí), la coincidencia no deja de ser un guiño de complicidad política. Porque al fin de cuentas, si te borrás cuando te llaman a explicar tus manejos y tu ausentismo, y al mismo tiempo la que tendría que ponerte en aprietos anda cantando al compás de “Hey Jude” un par de gradas más allá, ¿qué tanto te van a castigar después?
La incoherencia
Así funciona la “oposición” según Gabriela Lena: mientras le conviene, se junta con quienes dice combatir, guarda silencios cómplices y ayuda a apagar cualquier foco de incendio. Cuando las papas queman y hay que demostrar un costado justiciero, vuelve la pose de indignada y apunta contra el villano de turno. Lo mismo pasa con Urribarri: ahora lo crítica sin piedad porque está de moda pegarle —y porque la feria judicial le dio letra—, pero ayer mismo se movía en la sombra para que su tropa no saliera lastimada. Incluso lo voto junto a Esteban V.
Esta es la enésima función de la obra “La Opositora de Cartón”. Gabriela Lena interpreta a la justiciera que rescata a la provincia de Entre Ríos de la corrupción. El público aplaude, algunos se indignan, otros se ríen. Pero la verdad queda clarísima: cuando hace falta, Lena salva a los suyos (o a los suyos y a los de Urribarri… total, en el fondo, el libreto lo comparten). Cuando conviene actuar de dura, se viste de rigidez moral y arrasa con declaraciones. Y en el medio, la audiencia se va preguntando: “¿Se piensan que somos boludos?”
La diputada puede seguir marcando diferencia de la boca para afuera, pero mientras continúe protegiendo al oficialismo cuando están en juego sus propios intereses, sus críticas contra la feria judicial o contra Urribarri son puro teatro para la tribuna. Y de teatro, ella sabe: lo demostró en la gala de Paul McCartney, mientras dejaba pasar la chance de meter en aprietos a la ausente, casualmente también espectadora VIP del mismo show. Linda manera de cuidar la transparencia. Aplausos para Lena y el cantante inglés por cierto.